Capitanía General de Canarias
De EnciclopediaGuanche
El Capitán General de Canarias es un cargo creado por Felipe II en 1589 mediante el cual se unifica el mando militar de las islas. Salvo algunos breves periodos en que se suprimió, existió como tal desde su institución por Felipe II en 1589 hasta la reorganización del ejército de 2006, en que dio paso al Mando de Canarias.
Historia
Hasta la creación de esta institución, de nombramiento real, el mando militar en el archipiélago correspondía a cada uno de los gobernadores de las islas de realengo y los Señores feudales de las islas de señorío, con participación de los consejos y la Real Audiencia de Canarias (representación de la Corona), contando las islas con sus propias milicias locales. Las incursiones de piratas berberiscos y corsarios franceses que rondaban las islas al acecho de los navíos comerciales, aventurándose a atacar también las villas costeras, llevaron a Felipe II a disponer en 1573 que los gobernadores letrados fueran sustituidos por gobernadores militares.[1] El inicio de la guerra contra los ingleses en 1585 motivó que éstos vinieran a sumarse a los anteriores atacantes.
En 1589 Felipe II reformó la organización de la defensa de Canarias instituyendo la capitanía general, a cuyo titular se le confirió también la presidencia de la Real Audiencia. Así, el capitán general era la máxima autoridad militar, civil, gubernativa y judicial de las islas, equivalente al que en otros reinos de España se titulaba virrey.
La principal causa que me ha movido a instituir y establecer el cargo que lleváis, ha sido la defensa y seguridad de las islas, por ser de la importancia que son.
Felipe II a Luis de la Cueva.[2]
El primer Capitán General de Canarias fue Luis de la Cueva Benavides. La Corona pretendía así, no sólo un mayor control sobre el archipiélago, sino conservar las islas ante posibles intervenciones o invasiones por parte de otras potencias como Inglaterra.
El primer capitán general fue Luis de la Cueva y Benavides, que llegó a Canarias con 600 soldados. Cuatro años después Jabán Arráez atacó Fuerteventura al frente de una flotilla de piratas berberiscos, arrasando la capital y derrotando a las tropas llegadas desde Gran Canaria; esta derrota y el malestar que entre la población generaba el tener que cargar con la manutención de los soldados llevó a Felipe II a suspender en 1594 la capitanía general y devolver la defensa de las islas a su antiguo estado.
Pero, por un lado, la Guerra de los Treinta Años, en la que estaba implicada España, y por otro, los ataques de Francis Drake y Van der Doez a Las Palmas de Gran Canaria en 1595 y 1599, respectivamente, llevaron a reinstaurar el cargo de Capitán General con el nombramiento de Rivera Zambrana en 1629.
La figura del Capitán General supuso un refuerzo de la autoridad y la presencia institucional de la Corona en las islas, asumiendo a lo largo de la Edad Moderna nuevas competencias, como la de Gobernador y Presidente de la Real Audiencia, convirtiéndose en el oficial real más poderoso de Canarias, con competencias gubernativas y militares, con capacidad de intervenir tanto en islas de señorío como de realengo, siendo fiel defensor de los intereses reales. Los Capitanes Generales eran designados normalmente entre los miembros de la nobleza titulada, y que en ocasiones habían desempeñado ya el cargo de Capitán General en Filipinas (caso de Brizuela, Capitán General de Canarias entre 1659 y 1661), La Española (Balboa Mogrovejo, Capitán General de Canarias entre 1661 y 1677) o Puerto Rico (Jerónimo de Velasco, Capitán General de Canarias entre 1677 y 1681).
La acumulación de poder en la sola persona del capitán general dio lugar a que, durante los primeros dos siglos de existencia del cargo, la institución no estuviera bien considerada entre las autoridades locales ni entre la población: fueron frecuentes sus conflictos con los cabildos, ayuntamientos y oidores de la audiencia, contra quienes se dictaron prisiones arbitrarias, los abusos de poder («gimió el país bajo el más duro despotismo»[3]), los excesos de la tropa llegada de la península, las levas entre la población, la imposición de nuevos impuestos, las cuestiones de protocolo, la parcialidad en las relaciones comerciales, el favoritismo entre islas y las reclamaciones canarias a la corte para que aboliese el cargo, que a menudo se vieron obstaculizadas.[4]
A la verdad, nada era más terrible para las islas, aunque amenazadas de invasiones, que estos defensores ilustres, que el zelo y gratitud de aquel Caballero les agenciaba.
Viera y Clavijo..[4]
Referencias
- ↑ Waldo Jiménez de la Romera: Crónica de las Islas Canarias, pág. 86 y ss.
- ↑ Instrucción para el capitán general Luis de la Cueva, 1589.
- ↑ Pascual Madoz: Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar (1846), tomo V, pág. 410.
- ↑ 4,0 4,1 José de Viera y Clavijo: Noticias de la historia general de las Islas de Canaria (1776), libro XIII, cap. XVIII et seq.