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Nicolás Estévanez

De EnciclopediaGuanche

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Nicolás Estévanez Murphy
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Nicolás Estévanez en un retrato al óleo de 1914.

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Ministro de Guerra[1]
11 de junio de 1873-28 de junio de 1873[1]
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Casona donde vivió Estévanez en Gracia (San Cristóbal de La Laguna).

Nicolás Estévanez (Las Palmas de Gran Canaria, 17 de febrero de 1838 - París, 1914), poeta, militar y político.

Nació en Las Palmas de Gran Canaria, el 17 de febrero de 1838 hijo del capitán Francisco de Paula Estévanez y de doña Isabel Murphy y Meade. Desde niño se trasladó con su familia al barrio lagunero de Gracia, en donde transcurriría su infancia.

Muy joven, en 1852, ingresó en la Academia de Infantería de Toledo y luego participó en la guerra de África de 1859-60 donde sirvió con distinción por lo que le fue concedida la Cruz Laureada de San Fernando. Participó en la revolución de septiembre de 1868. Tras el triunfo de la revolución fue ascendido a comandante pero un año después se unió a la insurrección republicana de 1869 en Béjar y fue encarcelado. Una vez amnistiado, solicitó destino en La Habana.

En 27 de noviembre de 1871, estando destinado en Cuba como capitán, se le encomendó que cumpliera la sentencia de muerte contra ocho estudiantes que habían sido condenados en consejo de guerra pero Nicolás Estévanez se negó a cumplir la sentencia diciendo que "antes que la patria están la humanidad y la justicia". Por este motivo fué expulsado del ejército pero nunca se arrepintió de lo que había hecho.


De vuelta en España en mayo de 1872 fue elegido diputado por la circunscripción de Madrid dentro de la candidatura republicana federal.[2] Militante de la fracción intransigente dentro de las filas del republicanismo federal, en febrero de 1873 provocó el descarrilamiento de un tren en el puente de Vadollano, en la vía férrea Madrid-Sevilla, y proclamó la república en el municipio de Linares, operaciones destinadas a ganar tiempo y facilitar el levantamiento de Andalucía a las órdenes del general Contreras, pero tras unos días de recorrer la sierra, la inacción de este y el abandono de sus hombres le obligaron a permanecer escondido en Madrid hasta la abdicación de Amadeo de Saboya. Benito Pérez Galdós, haciéndose eco de las memorias del propio Estévanez, protagonista de La Primera República, relata así los hechos:

...salió de Madrid don Nicolás metido dentro de una zafra de aceite sin aceite, en un furgón precintado del tren de mercancías, con tan menguada velocidad que tardó en llegar a Vilches veinticuatro horas. El Gobernador de Ciudad Real, Plácido Sansón, amigo y paisano del héroe, le esperaba por orden del Gobierno en una de las estaciones de la línea, al paso del tren de viajeros, con la fuerza de la Guardia civil que había de detenerle. Supónese que se alegró mucho de no encontrarle... A las diez de la noche, antes de llegar a Vilches, paró el tren de mercancías para que se apeara el hombre facturado en la zafra de aceite. Hallose el tal en un despoblado, donde se le unió Virgilio Llanos con la formidable partida que debía iniciar el movimiento: una docena de hombres, ocho de los cuales eran procedentes de Madrid. Dos horas después ya no existía el puente de Vadollano.
Al decir esto, pasaba Estévanez del estilo picaresco al estilo trágico, desnudo de todo énfasis, sin otro adorno que la sencillez. En él veía yo la personificación vigorosa del espíritu de rebeldía que alienta en las razas españolas desde tiempos remotos, y que no tiene trazas de suavizarse con las dulzuras de la civilización, protesta inveterada contra la arbitrariedad crónica del poder público, contra las crueldades y martirios que la burocracia y el caciquismo prodigan a los ciudadanos. Cortar las comunicaciones ferroviarias es grave atentado a la cultura y saqueo del acervo nacional; pero Estévanez y sus auxiliares actuaban en aquellos momentos como profesionales de la rebeldía y ejecutores ciegos del fatalismo revolucionario. Creían sin duda que era forzoso destruir las cosas útiles, único medio de allanar el camino para la destrucción de la inmensa mole de inutilidades viciosas, y de seculares estorbos.
El historiador de sí mismo contaba con naturalidad aterradora el acto de cortar el puente. Entraba en él a toda máquina un tren de mercancías, después de haber dejado en tierra a todos los empleados, menos al conductor. Para salvar la responsabilidad de este, un hombre, armado de mala escopeta, se plantaba en medio de la vía gritando: «¡Alto el tren!». Saltaban a tierra conductor y maquinista; el tren seguía, y al llegar al punto en que se habían levantado los raíles descarrilaba, y desde la formidable altura caía con estruendo pavoroso sobre el río, quedando la máquina, tender y algunos vagones en posición vertical.
[...] Andando despacito siguió contándome don Nicolás su historia de Despeñaperros, que más parecía novela: «No creas que aquella vida era demasiado fatigosa; tirábamos a los lobos, alguna vez a los jabalíes; no tuvimos ningún encuentro serio, ni dimos ninguna batalla como las de Marengo y Arcola; nos alimentábamos con naranjas, madroños, exquisita miel, y bebíamos agua cristalina de los manantiales de la sierra... En Madrid publicaban los intransigentes, en hojas extraordinarias, noticias estupendas elaboradas para los inocentes de grandes tragaderas: «Entrada de Estévanez en Linares con cuatro mil hombres»... «Última victoria de la partida de Estévanez»... «Tropas del ejército unidas a la partida de Despeñaperros»...

«Ya me acuerdo -dije yo-. También se propaló el notición de que había usted tomado El Viso.

-Lo que tomé en El Viso fue una buena taza de café con que me obsequió el famoso guerrillero León Merino... En cuanto a las tropas que se me incorporaron, todo se redujo al cabo de Caballería Tomás Guzmán y cuatro soldados con muy buenos caballos, que supuse eran los de sus jefes.

-Y de allí, según nos contaron, fue usted a Linares con su ejército.

-Sí; formidable ejército compuesto de doce hombres. Antes de entrar en Linares mandé un explorador para saber si se había sublevado la población, según lo prometido al General Contreras; volvió el emisario diciendo que todo estaba en calma, sin el menor vislumbre de sublevación. Luego se me presentaron dos vecinos con la embajada de que sólo esperaban mi presencia para echarse a la calle. Pues adelante con mi tropa. Apenas entré se levantó el pueblo, con el señor Marín a la cabeza, atronando los aires con el grito de ¡viva la República Federal!

Benito Pérez Galdós, La Primera República, cap. I



En las elecciones de mayo de 1873 fue elegido diputado por las circunscripciones de Canarias, Jaén y Toledo, optando por la representación del distrito de Santa Cruz de Tenerife.[2] El 11 de junio de 1873 fue designado ministro de la Guerra en el gabinete presidido por su correligionario Francisco Pi y Margall, cargo en el que solo permaneció dieciocho días.[3]. Llegó a defender la autonomía para Cuba y Canarias, llegando a visitar a la cárcel a Secundino Delgado. Con la Restauración parte al exilio y reside en Portugal, Cuba y Francia.

Es autor de varios poemas, en los que encontramos un fuerte sentimiento nacionalista canario, aunque él defendía una república española de acuerdo al federalismo de Pi y Margall. También es autor de los libros Fracmentos de mis memorias y Diccionario militar.

Según Pío Baroja fue Nicolás Estévanez el encargado de transportar desde Francia a Barcelona, envuelta en una bandera francesa, la bomba con la que diez días después el anarquista Mateo Morral intentó acabar con la vida de Alfonso XIII, el 31 de mayo de 1906, logrando el terrorista asesinar a treinta madrileños, pero saliendo indemne el Rey y la Reina que ese día acababan de contraer matrimonio.

Murió en 21 de agosto de 1914 en París.

Era hermano de Patricio Estévanez.

Obras

  • Fragmentos de mis memorias. Recuerdos de los años 1838-1878 (1903. Reed. en 1976 como Mis memorias)
  • Diccionario militar (con un vocabulario español-frances-alemán) (1897)
  • La milicia. Tipos y costumbres militares (1875)
  • Entretenimientos matemáticos, físicos, químicos, etc.
  • Episodios africanos
  • La gloriosa, republicanismo y revolución en España
  • Los mejores poemas de ayer y de hoy
  • Quisicosas: traducidas y aumentadas (1910)
  • Rastros de la vida: artículos y remembranzas (1913)
  • Resumen de la historia de América (1893)
  • Resumen de la historia de España (1904)

Referencias

  1. 1,0 1,1 Error en la secuencia de órdenes: no existe el módulo «Citas».
  2. 2,0 2,1 Ficha de diputado, Índice histórico de diputados, Congreso de los Diputados.
  3. Error en la cita: Etiqueta <ref> no válida; no se ha definido el contenido de las referencias llamadas puell

Bibliografía

Enlaces exteriores