Sucesos de Hermigua
De EnciclopediaGuanche
Los Sucesos de Hermigua fueron unos enfrentamientos entre obreros y la Guardia Civil que tuvieron lugar en Hermigua, en la isla de La Gomera, en 1933.
Los llamados Sucesos de Hermigua tuvieron lugar el 22 de marzo de 1933 y fueron el clímax alcanzado por el empeño de los caciques gomeros por impedir cualquier tipo de organización obrera para así proteger su estatus feudal.
Desde julio de 1932, la carretera en construcción desde La Villa hacia Vallehermoso, se paralizó por presiones de los caciques de Hermigua, los Ramón Plasencia, Nicasio León, entre otros, impidieron que los obreros con sindicalización pudieran trabajar en las obras de dicha infraestructura. Lo cual significó que el 20% de la población total de Hermigua, unos 500 trabajadores, estaba en paro, de los cuales, unos 450 estaban afiliados a la Federación Obrera de Hermigua, de los que a su vez, unos 300 eran jornaleros.
Por las instancias presentadas por la Federación Obrera ante el Gobierno Civil de Tenerife, éste ordena que se admitan al menos a 100 trabajadores afiliados, que a su vez éstos y con la comunicación de Gobierno Civil en la mano, se presentaron a trabajar el día 19 de marzo. El capataz de la obra, siguiendo las órdenes del cacique Ramón Plasencia, se niega a admitirlos.
El Gobierno Civil reitera mediante telegrama la orden los dos días sucesivos del 20 y 21 con el mismo resultado de que los 100 trabajadores se ven de nuevo rechazados y tienen que regresar al Valle Alto.
El 14 de febrero de 1933 se celebra una asamblea en la Federación y se acuerda convocar una huelga general para el día 22. El seguimiento a la huelga es absoluto y los trabajadores se dirigen a la playa para allí concentrarse, recorriendo todo el Valle. El cabo Antonio Fuenes, Jefe de Puesto, intenta sin éxito disolver a uno de los grupos de obreros que pasaron de camino a la playa frente al cuartelillo de la Guardia Civil, quien incluso propina un planazo de sable al manifestante Manuel Herrera (El Mangueras). Pero el seguimiento de la huelga es absoluto en todo el Valle y grupos cada vez más numerosos de trabajadores y sus familias se van concentrando camino hacia la playa.
Con el objetivo de romper la huelga y por incitación (orden) de los caciques, el cabo Fuentes, manda a un camión de Ramón Plasencia a traer a los guardias civiles que prestaban servicio en Agulo. Los manifestantes, al paso del camión por La Castellana, intentan inmovilizarlo sin lograrlo. Al regreso del camión con los nuevos guardias civiles, a la altura del Palmarejo y sobre las dos de la tarde, se encuentran con una barrera en la carretera y los obreros con sus mujeres que les salen al paso. Según las declaraciones del sumario posterior, son las mujeres las que reprochan al cabo que haya roto, con el camión de Plasencia, la huelga general con voces como "No siga. No traiga más guardias, que solo queremos el pan de nuestros hijos". La situación se va caldeando y algunos manifestantes, hombres y mujeres, tiran piedras al camión y lo golpean con cañas.
"Fue entonces cuando el comandante del puesto, inopinadamente, se echó hacia atrás, dio las voces de 'carguen' y de 'fuego' y él mismo disparó la pistola contra la multitud... Fuentes disparaba y los números iban a hacerlo y los grupos rodearon a los guardias. La muchedumbre, al querer quitar las armas al cabo y al guardia Garrote, los arroja por el barranco; el otro guardia, José Cano, que se resiste y hace uso del armamento es muerto por la multitud, que exaltada y contagiada por su propio furor, da muerte a Fuentes que yace en el barranco mientras éste y Garrote disparaban sobre los grupos". Informe en el juicio de Luis Jiménez de Asúa
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El guardia José Garrote de Pedro se refugia, haciendo fuego, en casa del cacique Nicasio León, mientras que el obrero Antonio Brito Brito, que subía por el talud del barranco es alcanzado por una bala que le atraviesa el corazón y muere en el acto. Otro obrero, Domingo Medina, queda herido de gravedad y varios más heridos de menos consideración. Ese mismo día 22 salió de Santa Cruz el Viera y Clavijo que desembarcó por el pescante a 37 guardias civiles al mando del Teniente Coronel Juan Vara Terán a sumarse a los que ya habían acudido a Hermigua desde La Villa.
Como resultado de los Sucesos de Hermigua, aparte de detenciones, palizas, juicios y demás represalias, Vicente Valladolid Mesa, Manuel Avelino Perdomo Plasencia, Francisco Martín Negrín, Avelino Navarro Méndez, y Leoncio Fagundo Hernández fueron condenados a muerte. Domingo Medina Santos, el herido grave, a 20 años, Juan Martín Hernández, Serafin Casanova Medina, Avelino Hernández Barrera y José Leon Piñero a 12 años. Fernando Ascanio Armas a 6 años. Antonia Gutierrez González, Catalina Hernández Negrín y María Hernández Hernández a 3 años y Manuel Peraza Hernández a 2 años, mientras otros 16 hombres y una mujer son absueltos. El fiscal del caso fue Lorenzo Martínez Fuset, y los abogados defensores fueron Luis Jiménez de Azúa, Juan Simeón Vidarte Franco, José Arozena Paredes, Aurelio Ballester, Sebastián Castro Díaz, Benigno Mascareño Hernández, Luis Rodríguez de la Sierra Figueroa y José Carlos Schwartz Hernández.
La Ley de Amnistía del Frente Popular de febrero de 1936 los pone en libertad, libertad que durará julio de 1936 (golpe de Estado del General Franco), siendo detenidos a partir de entonces todos los implicados en los "Sucesos de Hermigua". Los cinco condenados a muerte son "desaparecidos" y con ellos "desaparecieron" también a José León Piñero, Domingo Rodríguez, Juan Martín Hernández, a Antonio Martín Hernández, a Antonio Hernández García, a Manuel Casanova Medina, a Jesús Chávez, a Tomás Brito, al maestro Enrique Biscarria, a Antonia Pineda Prieto y a su hijo recién nacido y a Fernando y Pablo Ascanio. Todos ellos fueron apotalados (arrojados al mar con pesos) desde los riscos de la costa norte gomera.