Amarca
De EnciclopediaGuanche
Leyenda de Amarca |
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La leyenda gira en torno a una mujer cuya belleza fue su perdición. Su nombre era Amarca.
Historia
Cuenta la leyenda que una joven guanche, de extrema belleza, vivía en el punto más alto de la ladera de Icod de Los Vinos aislada del mundo. ¿El motivo? Desconocido. Muchos eran los rumores que giraban en torno a esta mujer ermitaña llamada Amarca. Algunos decían que su belleza era tan envidiada que su personalidad humilde le llevó a aislarse para no provocar esos sentimientos; otros, en cambio, la tildaban de ser soberbia y de rechazar a cualquier persona que le declaraba su amor. Fuera como fuese, ella vivía encerrada en sí misma y pensaba que su hogar se encontraba en terreno inexpugnable. Sin embargo, un día llegó Belicar, el último rey de Icod y, tiempo más tarde, llegó Garigaiga, un pastor conocido en todo el reino por su fortaleza. Ambos se enamoraron de Amarca y ambos fueron rechazados por ella. A Garigaiga le afectó la negativa hasta tal punto que perdió la razón y, un día, antes de caer la noche, se arrojó al abismo desde un acantilado. Cuando el terrible suceso llegó a oídos del pueblo, todo el mundo culpó a Amarca de lo sucedido. Ella, huyendo del escarnio, se adentró en las más profundas aguas del mar y, a pesar de ser una experta nadadora, fue vencida por el océano. Días más tarde, su cuerpo sería encontrado en la orilla por los habitantes de la isla. Cuando la desoladora noticia llegó al rey Belicar, éste ordenó varias ceremonias en su honor, tales como: cánticos fúnebres, farolillos encendidos a lo largo de las laderas, ungimiento de su cuerpo con los aceites más delicados y perfumados y que los marineros más fuertes golpearan las aguas con varas de madera para ahuyentar a los malos espíritus y así Amarca pudiera descansar en paz.
Distribución
Esta leyenda se sitúa en Tenerife.
¿Sabías que...?
Amarca, además de un nombre propio, también es la forma de imperativo de la segunda persona de singular de amarcar, verbo que procede del término quechua marcana cuya primera acepción es ‘tomar en los brazos’. Así, teniendo en cuenta la solitaria vida de Amarca, su nombre se convierte en un oxímoron en sí mismo.
Referencias bibliográficas
Calvet, Carlos (2009). Las islas afortunadas: Historia y mitos de Canarias. Madrid: Sílex Ediciones.
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