Diferencia entre revisiones de «Gonzalo Argote de Molina»
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+ | [[Archivo:ArgotedeMolina.jpg|miniatura|El erudito filólogo Gonzalo Argote de Molina retratado hacia 1599 por [[Francisco Pacheco]] en ''[[El libro de descripción de verdaderos retratos, ilustres y memorables varones]]''.]] | ||
+ | [[Archivo:Firma de Gonzalo Argote de Molina.jpg|miniatura|Firma de Gonzalo Argote de Molina reproducida en Manuel Muñoz y Garnica (ed. lit.), ''Nobleza de Andalucía'', Jaén, Francisco López Vizcaíno, 1866, pág. V.]] | ||
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'''Gonzalo Argote de Molina''' (* [[Sevilla]] , [[1548]] - † [[Las Palmas de Gran Canaria]], [[1596]]) fue un escritor, anticuario, historiador y genealogista español. | '''Gonzalo Argote de Molina''' (* [[Sevilla]] , [[1548]] - † [[Las Palmas de Gran Canaria]], [[1596]]) fue un escritor, anticuario, historiador y genealogista español. | ||
Revisión del 16:05 30 mar 2015
Gonzalo Argote de Molina (* Sevilla , 1548 - † Las Palmas de Gran Canaria, 1596) fue un escritor, anticuario, historiador y genealogista español.
Participó en la Guerra de Granada con solamente diecisiete años. Fue veinticuatro de Sevilla, alférez provincial de la Santa Hermandad de Andalucía y señor de la Torre de Gil de Olid. Casó con la hija del primer marqués de Lanzarote, don Agustín de Herrera y Rojas, y marchó a las Islas Canarias, donde tomó parte en la conquista de La Gomera. En En la isla de Lanzarote mandó construir en 1588 el convento franciscano de Teguise, del que sólo queda la iglesia, un templo que fue dedicado a Nuestra Señora de Miraflores. En 1589 pretendió el reconocimiento en Betancuria (Fuerteventura) de su esposa Constanza de Herrera (hija del conde de Lanzarote Agustín de Herrera y Rojas) como señora de la isla, pero la oposición del Alcalde Mayor lo hizo desistir. Poseyó una gran colección de antigüedades (colección de retratos, armas, monedas, animales disecados, piedras y libros antiguos), como cuenta Francisco Pacheco:
- Después destos exercicios de las armas, se dio al estudio de las letras, i hizo en sus casas de cal de Francos (con buena elección a mucha costa suya) un famoso museo, juntando raros i peregrinos libros de istorias impresas y de mano, luzidos i extraordinarios cavallos, de linda raça i vario pelo, i una gran copia de armas antiguas i modernas, que entre diferentes cabeças de animales y famosas pinturas de fábulas i retratos de insignes hombres, de mano de Alonso Sánchez Coello, hazían maravillosa correspondencia.
En su valiosísima biblioteca había algunos códices medievales de los que no se conserva más noticia que la que él brindó, entre ellos un manuscrito perdido del Libro de Buen Amor de Juan Ruiz y otro del Poema de Fernán González. Fue, en efecto, uno de los primeros medievalistas españoles. Trató a figuras del humanismo como Juan de Mal Lara, y a poetas como Fernando de Herrera, Gutierre de Cetina, Luis Barahona de Soto, Juan de la Cueva, etc. Fue también autor de varias composiciones poéticas, recogidas en volúmenes misceláneos. Se le debe un Discurso sobre la poesía castellana (1575), incluido en su edición de El Conde Lucanor, así como un apéndice a este, el Discurso de la lengua antigua castellana, que incluye una lista de 239 vocablos antiguos empleados por don Juan Manuel; en efecto, Gonzalo Argote de Molina sintió algunas preocupaciones filológicas que le hicieron ser especialmente respetuoso con la lengua de los textos que editaba. Este Discurso es una brevísima historia de la poesía española que recuerda la Carta Proemio del Marqués de Santillana; revaloriza, entre otros aciertos -y también errores- la poesía medieval. Es autor además de los seis libros del repertorio nobiliario Nobleza del Andalucía (Sevilla, 1588),que contiene además diversas informaciones históricas y literarias. Escribió algunas obras no publicadas como Repartimiento de Sevilla y elogio de sus conquistadores, y la Historia de Baeza, desaparecida, de clara vocación genealogista. Publicó el Libro de la montería de Alfonso XI (Sevilla: Pescioni, 1582), la Historia del gran Tamorlán de Ruy González de Clavijo (Sevilla: Pescioni, 1582) y, a través de un testimonio hoy desconocido, El Conde Lucanor (Sevilla: Hernando Díaz, 1575). Este libro fue especialmente influyente, y hay huellas de que lo aprovecharon con fruto en las obras de Cervantes, Lope de Vega, Tirso de Molina, Baltasar Gracián y Pedro Calderón de la Barca.