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San Brandán

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Véase también: Isla de San Borondón


San Brandán el Navegante (Ciarraight Luachra, Irlanda, 484 – Enachduin, 576) , también llamado Brandano, Barandán o Borondón, fue uno de los grandes monjes evangelizadores irlandeses del siglo VI. Abad del monasterio de Clonfert (Galway, Irlanda) que fundó en el 558 ó 564, fue protagonista de uno de los relatos de viajes medievales más famosos de la cultura celta medieval, relatado en la Navigatio Sancti Brandani, una obra que fue redactada en los siglos X u XI.

La leyenda de su viaje se extendió durante siglos por la Europa cristiana; de acuerdo con la citada Navigatio partió el 22 de marzo del 516 con otros diecisiete monjes en un barco para buscar el Paraíso Terrenal. Después de un largo viaje, recaló en un mar lleno de islas; la identidad de éstas ha sido motivo de controversias, y se ha afirmado que posiblemente se tratara de la Terranova —lo que haría de Brandán quizá el primer europeo en llegar a América—, también se la identifica con las islas del mar Caribe o las islas Canarias. La leyenda cuenta que los monjes celebraron una misa de resurrección en una isla que resultó ser una ballena, y ahí nació la leyenda de la isla errante en las aguas del Océano Atlántico (Isla de San Borondón).

La Iglesia Católica lo honra como santo; es el patrón de los marinos, celebrándose su fiesta el 16 de mayo.

Grabado de la misa de Resurrección sobre la Ballena, en aguas de la islas Canarias

Datos históricos

Mucho se ha discutido acerca de la historicidad de este religioso, y aunque fue eliminado del santoral en tiempos de Pablo VI no cabe duda de que se trató de un abad irlandés que llevó a cabo tareas de evangelización en las aguas del Mar del Norte. En realidad, fue un fiel seguidor de la tradición misionera del cristianismo irlandés de la que los santos Columba y Columbano fueron claros exponentes. Desde principios del siglo V enteras comunidades monásticas se lanzaron a la mar en curraghs (lanchas de cuero calafateado) para predicar el Evangelio hasta los confines de la tierra. La mayor parte de los historiadores están de acuerdo en que el San Brandán histórico, abad de Clontarf, visitó la isla de Iona (occidente de Escocia) donde se encontró con San Columba, y llegó con sus exploraciones hasta las islas Feroes. Abades irlandeses posteriores completarían su obra, llegando hasta Islandia e incluso Groenlandia, donde establecieron nuevas comunidades cenobíticas y abrieron el camino para su colonización posterior por los gaélicos y los noruegos.

La Navigatio Sancti Brandani: El periplo legendario de San Brandán

Pero San Brandán es más conocido por su periplo legendario a la Tierra de la Promisión, que transcurrió como sigue: Según la Navigatio Sancti Brandani, Brandán tuvo noticia de su existencia a través del relato de otro monje. Intrigado, decidió construir un curragh y partir hacia Occidente en compañía de diecisiete monjes.

Tras quince días de navegación arribaron a una isla en la que fueron recibidos por un perro que los guió hasta una villa despoblada. Allí permanecieron durante tres días, encontrando siempre comida preparada para ellos, aun cuando fueron incapaces de ver a una sola persona. Las siguientes estaciones fue la Isla de las Ovejas y la que posteriormente sería conocida como Isla de San Brandán: Era una ínsula completamente desprovista de vegetación en la que decidieron encender una hoguera para calentarse. Cuando se sentaron en torno al fuego se estremecieron al comprobar cómo la isla comenzó a moverse. Se dirigieron precipitadamente hasta su barco y se alejaron precipitadamente de ella. Se trataba, en realidad, de la ballena gigante Jasconius.

La siguiente etapa del viaje transcurrió en el Paradisus Avium (Paraíso de los Pájaros), habitada por pájaros de todo tipo que se unieron a los monjes en sus oraciones.

Vueltos a la mar, navegaron durante tres meses hasta que, exhaustos, alcanzaron una isla habitada por monjes que habían realizado un estricto voto de silencio, y que habían residido allí durante ochenta años, sin padecer enfermedad o desgracia alguna. Tras el abandono de este lugar llegó la prueba más terrible que tuvieron que afrontar San Brandán y sus compañeros: El paso del infierno. Monstruos sin número se acercaron a la nave escupiendo enormes ráfagas de fuego. Los monjes reemprendieron el rumbo a toda prisa pero a pesar de todo no pudieron evitar que uno de ellos fuera devorado por una de esas criaturas.

Su viaje prosiguió, y la siguiente etapa tuvo lugar junto a un enorme pilar de cristal que tardaron casi tres días en bordear, a través de un mar lleno de niebla. Finalmente alcanzaron la frontera de la Tierra de la Promisión, donde fueron recibidos por un hombre que les desaconsejó continuar. Así hicieron y regresaron a Irlanda, lugar donde Brandán murió poco después de su llegada.

La isla de San Borondón

 Artículo principal: Isla de San Borondón

En las islas Canarias aún persiste una leyenda popular de una isla que aparece y desaparece desde hace varios siglos que fue bautizada como isla de San Borondón. Según los "testigos" que dicen haber visto la isla normalmente la sitúan en extremo occidental del archipiélago, entre las islas de La Palma, La Gomera y El Hierro. Hay relatos desde siglos que narran la aparición de dicha isla, de la visión por muchos testigos y de su posterior desaparición, mientras otras personas atribuyen la extraña aparición debido a alguna acumulación de nubes en el horizonte o a un fenómeno de espejismo.La leyenda de San Borondón llegó a adquirir tal fuerza en Canarias que durante los siglos XVI, XVII y XVIII se organizaron expediciones de exploración para descubrirla y conquistarla, incluso Leonardo Torriani, ingeniero encargado por Felipe II para fortificar las Islas Canarias, a finales del siglo XVI, describe sus dimensiones y localización y aporta como prueba de su existencia las arribadas fortuitas de algunos marinos a lo largo del siglo XVI

Iconografía

Se le representa con un cirio alumbrando o una casa en llamas (su nombre se ha relacionado con el verbo alemán que significa arder, brennen), pero sobre todo con un pez en la mano.