Juan Cumella Monner
De EnciclopediaGuanche
Juan Cumella Monner empresario y político español afincado en Tenerife (* 25 de octubre de 1818 en Barcelona; † 4 de diciembre de 1898 en Santa Cruz de Tenerife).[1]
Vida
Cumella llegó a la isla de Tenerife en julio de 1839, estableciendo su domicilio en la calle del Castillo, la principal arteria comercial de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife. En esta isla se convirtió en un gran empresario muy ligado al puerto de la capital.
En unión con Virgilio Ghirlanda, instaló en 1851 un depósito de carbón, con su correspondiente muelle propio, a la derecha de la Batería de San Pedro. El conocido como muellito del carbón desapareció como consecuencia de la construcción del cercano muelle de Ribera y de la Avenida de Anaga. También fue autorizado en 1856 para construir un depósito en la parte trasera de la fuente de Isabel II, para surtir de agua directamente a los buques; con la obligación de pagar un 10% de la recaudación al ayuntamiento.
El 13 de mayo de 1855 es nombrado caballero de la Real y Distinguida Orden de Carlos III y en 1856 miembro del Consejo Provincial de Canarias, cuerpo en parte consultivo.
Fue el más importante de los conservadores de Tenerife a lo largo de unos treinta años, siendo cofundador de La Opinión, órgano de los conservadores que publicó su primer número, como diario, el 5 de abril de 1880. Fue cónsul de Dinamarca desde 1876.
Amasó una importante fortuna, aunque su mujer Felipa González Delgado había aportado al matrimonio un importante capital, creando ambos una sociedad ganancial. Se habían casado en Santa Cruz de Tenerife en abril de 1840, pero durante unos años residieron en Marsella, al cuidado de los negocios familiares, estableciéndose de nuevo en Santa Cruz de Tenerife en 1846 . En el libro "Las lágrimas de Cumella" de Benito Pérez Armas, este insinúa que Cumella en sus comienzos hizo mucho dinero con el contrabando de oro. Pero lo que sí se sabe a ciencia cierta es que su mujer Felipa, hija única del comerciante Salvador Cayetano González, heredó un importante patrimonio de su padre (la partición es de 1832, luego ella tenía en ese momento unos 25 años y su padre menos de 65 años), que Juan Cumella supo amplificar. La mitad aproximadamente de dicha fortuna del matrimonio Cumella - Felipa González, en sociedad ganancial de ambos cónyuges, la heredaría en 1898 su sobrino nieto Martín Rodríguez (de Azero) y Díaz-Llanos (1879-1942), con sólo 19 años, dado que el matrimonio no tuvo hijos (al menos reconocidos, si atendemos al libro "Las lágrimas de Cummella" de Benito Pérez Armas de 1925, donde le asigna la paternidad fuera de matrimonio de una tal Rosaura). Realmente fue Felipa quien le dotó con la mayor parte de su mitad (valorada en más de 600.000 pesetas de la época, y más de la mitad en matálico o en bonos de deuda interior o exterior), pero dejó el usufructo a su marido hasta su fallecimiento. La casa de la calle del Castillo la dejó para Martín, pero fue vendida para pagar los gastos de las tasaciones y de la herencia. Juan Cumella, por su parte, le dejó a Martín la hacienda de La Costa (en el actual Tomecano, de 69 815 m², valorada en 121 000 pesetas), una parte menor de su mitad. La casa dentro de la Hacienda de La Costa, que ya existía, la había reconstruido Cumella en 1892, siendo el arquitecto Miguel Pintor) La casa existió hasta los años setenta del siglo xx, donde actualmente se encuentra el edificio Ipanema, en Tome Cano. Y una parte del paseo de olivos de la finca se conserva hoy en día en los jardines del Edificio América, junto al muro que lo separa de la Comunidad Santiago.
Pocos años más tarde, en 1904, Martin heredaría - como hijo único - también a su padre Martín Rodríguez Peraza, fallecido prematuramente de euremia. El resto de la importante herencia de Juan Cumella se repartió entre varios amigos y parientes, además de criados. Aquí aparecen como beneficiarios Carlos Díaz Rodríguez y los hijos de Antonino Yanes y Volcán y de Antonina Perdomo y González, que los cita como ahijados suyos. A Agustín Guimerá y Castellano (hijo de Agustín Guimerá y Ramón) le adjudica todos sus bienes relacionados con la propiedad parcial o total de numerosos barcos, buques, lanchas, lanchones, varaderos, algibes flotantes, su parte del depósito de agua en la plaza de la fuente de Isabel II, varias casas, etc… En el remanente de sus bienes nombró como herederos universales a dos hermanas suyas y a varios sobrinos que eran hijos o nietos de dos hermanos suyos.