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Diferencia entre revisiones de «Leyenda de Gara y Jonay»

De EnciclopediaGuanche

 
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Revisión del 18:04 25 mar 2007

Leyenda de Gara y Jonay: La tradición oral relata que en un pueblo de la isla de La Gomera (Canarias) vivía una hermosa muchacha, Gara. Un día arribó a la isla Jonay, un tinerfeño que cruzó el mar a bordo de dos pieles de cabra infladas. Jonay se enamoró de ella y la muchacha también lo amó, sin embargo los parientes de esta se oponían. Ambos jóvenes huyeron hacia el monte, pero se les persiguió. Los amantes subieron hasta el pico más alto de La Gomera, y al verse acorralados, tomaron un palo afilado por ambas puntas y, apoyándolo en sus pechos, se abrazaron y murieron atravesados.[1]

Archivo:Garajonay La Gomera.jpg
Vista actual del bosque de laurisilva en Garajonay

Desde entonces esa montaña de laurisilva se llama Garajonay, en recuerdo de los dos enamorados que prefirieron morir juntos a continuar su vida separados. Actualmente el lugar es un Parque Nacional, el Parque Nacional de Garajonay [2].

Versiones poéticas de la leyenda

La leyenda es objeto de muchas versiones poéticas en las islas, como la siguiente que se reproduce parcialmente:

"Lo que ha de suceder ocurrirá. Huye del fuego Gara, o el fuego habra de consumirte" Así hablo Gerián, el que rompía ganigos con la mirada, el que veía lo que a otros ojos quedaba oculto. Y corrió de boca en boca el augurio. Y calló Gara su temor y su asombro. Arribaron los menceyes y nobles de Tenerife a las playas de La Gomera para compartir las fiestas del beñesmén. Al Mencey de Ajede le acompañaba su hijo Jonay que no tardó en distinguirse en sus luchas con los banotes, en la esquiva de guijas, en la alzada de pesos y en las otras competiciones y juegos de los que tomaba parte. Gara lo contemplaba. Como acude la sangre a la herida, o como el mar refleja el cielo, inevitablemente se descubrieron y se enlazaron sus miradas. No pudieron impedir que el amor las alcanzase. así lo hicieron saber a sus padres y así, para añadir más júbilo a la alegría de las fiestas del Beñesmén, fue publicado su compromiso. Apenas se propagó la nueva, inesperadamente el mar se pobló de destellos y se cuajó el aire de estampidos y ecos prolongados. Echeyde, el gran volcán de Tenerife, arrojaba lava y fuego por el cráter. tanta era su furia que desde la gomera podían divisar las largas lenguas encendidas estirándose desde la cima hacia lo alto. Entonces fue cuando recordaron el augurio del viejo Gerián, el aojador. Gara y Jonay , agua y fuego. Gara era princesa de Agulo, el lugar del agua, Jonay venía de la tierra del fuego, de la isla del infierno. No podía ser. El fuego retrocede ante el agua. El agua se consume en el fuego. Gara y Jonay, agua y fuego. Imposible su mezcla, imposible la alianza. Las llamaradas que brotaban de la boca de echedey lo confirmaban. Aquel amor era imposible. Sólo grandes males podían sucederse si no se separaban. Bajo amenaza, les prohibieron sus padres que volvieran a encontrarse. Su unión quedo maldita. Calmó su furia Echeyde y de nuevo se encerró el fuego en sus adentros de piedra. Concluyeron las fiestas del Beñesmén y sin peligro, ya en la isla, regresaron a Tenerife los menceyes y nobles que habían ido a La Gomera. Mas Jonay no podía olvidar a Gara. Un peso infinito, como un quebranto interminable, lo doblegaba y lo desvivía. necesitaba volver a verla, tenerla a su lado pese a las prohibiciones, pese a la maldición que sobre ellos cernía. Ató Jonay a su cintura dos vejigas de animal infladas y , al amparo de la noche se lanzó al mar dispuesto a atravesar la distancia que le separaba de su enamorada. Las vejigas le ayudaban a flotar y cuando el cansancio rendía sus fuerzas, la imagen de Gara acudía a su memoria dándole ánimos para recobrarse y seguir nadando. Así hasta que , aun dudosa, la luz del alba lo recibió al llegar a las playas de La Gomera[3]


José Gregorio González publicó en el periódico local El Día, el 14 de febrero de 2004, el siguiente texto:

Dicen los mayores que en los profundos barrancos es posible escuchar aún el eco del último de los suspiros de los dos enamorados que antaño sellaron su unión en la infranqueable frontera de la vida y de la muerte. Gara era la princesa de Agulo, el lugar del Agua y Jonay, era el hijo del Mencey tinerfeño de Adeje, que procedía del fuego.

En la noche de las hogueras, y con motivo de las fiestas de la recolección, Gara y Jonay se conocieron , sintieron como un amor puro y nuevo florecía en sus cuerpos y les atravesaba el corazón.

Para Gara, el fuego le había señalado que después de cuatro lunas el amor le llegaría por mar, así fue, pero después de conocer a Jonay, el humo y otros signos señalaban que lo que parecía un hermoso amor, a los ojos de los profanos no traería más que desgracia a la isla, así que la familia de la hermosa aborigen no podría permitir un riesgo así, aunque ellos significara romperle el corazón. Además su padre también tenía otros planes de boda para ella, por lo que el destino estaba marcado.

Tras volver a Tenerife, Jonay sintió como la pena le encharcaba el alma, así que decidió regresar en secreto a La Gomera, pero esta vez lo haría nadando, si su amor era auténtico, sus brazos podrían vencer cual tormenta o peligrosa corriente... “Tal vez los nobles y sabios gomeros recapacitarían bendiciendo la unión, pero el inamovible rechazo de los padres se mantenía imperturbable.”

Los enamorados querían tocar el cielo, alcanzar la cima de la isla que Gara tan bien conocía, sellar su amor en aquel espacio mágico, en la roca sagrada, rodeados de estrellas... así su amor sería eterno. Una vez en la cima, la princesa consultó a los oráculos y una vez más le advirtieron que en la tierra su amor jamás podría prosperar. Una mirada entre ambos fue suficiente, ocurrió la esperada unión de sus cuerpos, con ternura y pasión, con caricias jamás soñadas, y después de un beso y una sonrisa cómplice, cayeron danzando al vacío, ya no habría desgracias y así confirmarían que el amor perviviría más allá de su cuerpos.

Todavía hoy se escuchan los ecos de sus corazones entre los redondos perfiles de aquella montaña de piedra del Alto del Garajonay, el eterno lugar de ambos[4]


Referencias

Bibliografía

  • Mora Morales, Manuel. 2003. Leyendas y mitos de las Islas Canarias. Ediciones Globo.
  • Colección Canarias Mágica, dieciséis volúmenes editados por el periódico EL DIA.

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