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{{encabezado|[[Obras:Doña Perfecta|Doña Perfecta]]<br><br>Capítulo XX <br>Rumores.- Temores.|[[Benito Pérez Galdós]]}}

<p>Al d&iacute;a siguiente de esta disputa lamentable, corrieron por toda Orbajosa de casa en casa, de c&iacute;rculo en c&iacute;rculo, desde el Casino a la botica, y desde el paseo de las Descalzas a la puerta de Baidejos, rumores varios sobre Pepe Rey y su conducta. Todo el mundo los repet&iacute;a, y los comentarios iban siendo tantos, que si D. Cayetano los recogiese y compilase, formar&iacute;a con ellos un rico <em>Thesaurum</em> de la benevolencia orbajosense.</p>
<p>En medio de la diversidad de especies que corr&iacute;an, hab&iacute;a conformidad en algunos puntos culminantes, uno de los cuales era el siguiente:</p>
<p>Que el ingeniero, enfurecido porque do&ntilde;a Perfecta se negaba a casar a Rosarito con un ateo, hab&iacute;a <em>alzado la mano</em> a su t&iacute;a.</p>
<p>Estaba viviendo el joven en la posada de la viuda de Cuzco, establecimiento <em>montado</em> como ahora se dice, no a la altura, sino a la bajeza de los m&aacute;s primorosos atrasos del pa&iacute;s. Visit&aacute;bale con frecuencia el teniente coronel Pinz&oacute;n, para ponerse de acuerdo respecto al enredo que entre manos tra&iacute;an, y para cuyo eficaz desempe&ntilde;o mostraba el soldado felices disposiciones. Ideaba a cada instante nuevas travesuras y artima&ntilde;as, apresur&aacute;ndose a llevarlas del pensamiento a la obra con excelente humor, si bien sol&iacute;a decir a su amigo:</p>
<p>-El papel que estoy haciendo, querido Pepe, no se debe contar entre los m&aacute;s airosos; pero por dar un disgusto a Orbajosa y su gente, andar&iacute;a yo a cuatro pies.</p>
<p>No sabemos qu&eacute; sutiles trazas emple&oacute; el ladino militar, maestro en ardides del mundo, pero lo cierto es que a los tres d&iacute;as de alojamiento hab&iacute;a logrado hacerse muy simp&aacute;tico en la casa. Agradaba su trato a do&ntilde;a Perfecta, que no pod&iacute;a o&iacute;r sin emoci&oacute;n sus zalameras alabanzas del buen porte de la casa, de la grandeza, piedad y magnificencia augusta de la se&ntilde;ora. Con D. Inocencio estaba a partir un confite. Ni la madre ni el Penitenciario le estorbaban que hablase a Rosario (a quien se dio libertad despu&eacute;s de la ausencia del feroz primo); y con sus cortesan&iacute;as alambicadas, su h&aacute;bil lisonja y destreza suma, adquiri&oacute; en la casa de Polentinos considerable auge y hasta familiaridad. Pero el objeto de todas sus artes era una doncella, que ten&iacute;a por nombre Librada, a quien sedujo (castamente hablando) para que transportase recados y cartitas a la Rosario, fingi&eacute;ndose enamorado de esta. No resisti&oacute; la muchacha al soborno, realizado con bonitas palabras y mucho dinero, porque ignoraba la procedencia de las esquelas y el verdadero sentido de tales l&iacute;os; pues si llegara a entender que todo era una nueva diablura de D. Jos&eacute;, aunque este le gustaba mucho, no hiciera traici&oacute;n a su se&ntilde;ora por todo el dinero del mundo.</p>
<p>Estaban un d&iacute;a en la huerta do&ntilde;a Perfecta, Don Inocencio, Jacinto y Pinz&oacute;n. Hablose de la tropa y de la misi&oacute;n que tra&iacute;a a Orbajosa, en cuyo tratado el Sr. Penitenciario hall&oacute; tema para condenar la tir&aacute;nica conducta del gobierno, y sin saber c&oacute;mo nombraron a Pepe Rey.</p>
<p>-Todav&iacute;a est&aacute; en la posada -dijo el abogadillo-. Le he visto ayer, y me ha dado memorias para V., se&ntilde;ora do&ntilde;a Perfecta.</p>
<p>-&iquest;Hase visto mayor insolencia?... &iexcl;Ah!, Sr. Pinz&oacute;n, no extra&ntilde;e V. que emplee este lenguaje, trat&aacute;ndose de un sobrino carnal... ya sabe V... aquel caballerito que se aposentaba en el cuarto que usted ocupa.</p>
<p>-&iexcl;S&iacute;, ya lo s&eacute;! No le trato; pero le conozco de vista y de fama. Es amigo &iacute;ntimo de nuestro brigadier.</p>
<p>-&iquest;Amigo &iacute;ntimo del brigadier?</p>
<p>-S&iacute;, se&ntilde;ora, del que manda la brigada que ha venido a este pa&iacute;s, y que se ha repartido entre diferentes pueblos.</p>
<p>-&iquest;Y d&oacute;nde est&aacute;? -pregunt&oacute; con inter&eacute;s sumo la dama.</p>
<p>-En Orbajosa.</p>
<p>-Creo que se aposenta en casa de Polavieja -indic&oacute; Jacinto.</p>
<p>-Su sobrino de V. -continu&oacute; Pinz&oacute;n-, y el brigadier Batalla son &iacute;ntimos amigos, se quieren entra&ntilde;ablemente, y a todas horas se les ve juntos por las calles del pueblo.</p>
<p>-Pues, amiguito, mala idea formo de ese se&ntilde;or jefe -repuso do&ntilde;a Perfecta.</p>
<p>-Es un... es un infeliz -dijo Pinz&oacute;n en el tono propio de quien por respeto no se atreve a aplicar una calificaci&oacute;n dura.</p>
<p>-Mejorando lo presente, Sr. Pinz&oacute;n, y haciendo una salvedad honros&iacute;sima en honor de V. -afirm&oacute; do&ntilde;a Perfecta-, no puede negarse que en el ej&eacute;rcito espa&ntilde;ol hay cada tipo...</p>
<p>-Nuestro brigadier era un excelente militar antes de darse al espiritismo...</p>
<p>-&iexcl;Al espiritismo!</p>
<p>-&iexcl;Esa secta que llama a los fantasmas y duendes por medio de las patas de las mesas!... -exclam&oacute; el can&oacute;nigo riendo.</p>
<p>-Por curiosidad, s&oacute;lo por curiosidad -dijo Jacintillo con &eacute;nfasis-, he encargado a Madrid la obra de Allan Kardec. Bueno es enterarse de todo.</p>
<p>-&iquest;Pero es posible que tales disparates...? &iexcl;Jes&uacute;s! D&iacute;game V., Pinz&oacute;n, &iquest;mi sobrino tambi&eacute;n es de esa secta de pie de banco?</p>
<p>-Me parece que &eacute;l fue quien catequiz&oacute; a nuestro bravo brigadier Batalla.</p>
<p>-&iexcl;Pero, Jes&uacute;s!</p>
<p>-Eso es; y cuando se le antoje -dijo D. Inocencio sin poder contener la risa-, hablar&aacute; con S&oacute;crates, San Pablo, Cervantes y Descartes, como hablo yo ahora con Librada para pedirle un fosforito. &iexcl;Pobre se&ntilde;or de Rey! Bien dije yo que aquella cabeza no estaba buena.</p>
<p>-Por lo dem&aacute;s -continu&oacute; Pinz&oacute;n-, nuestro brigadier es un buen militar. Si de algo peca es de excesivamente duro. Toma tan al pie de la letra las &oacute;rdenes del gobierno, que si le contrar&iacute;an mucho aqu&iacute;, ser&aacute; capaz de no dejar piedra sobre piedra en Orbajosa. S&iacute;, les prevengo a Vds. que est&eacute;n con cuidado.</p>
<p>-Pero ese monstruo nos va a cortar la cabeza a todos. &iexcl;Ay! Sr. D. Inocencio, estas visitas de la tropa me recuerdan lo que he le&iacute;do en la vida de los m&aacute;rtires, cuando se presentaba un proc&oacute;nsul romano en un pueblo de cristianos...</p>
<p>-No deja de ser exacta la comparaci&oacute;n -dijo el Penitenciario mirando al militar por encima de las gafas.</p>
<p>-Es un poco triste; pero siendo verdad, debe decirse -manifest&oacute; Pinz&oacute;n con benevolencia-. Ahora, se&ntilde;ores m&iacute;os, est&aacute;n Vds. a merced de nosotros.</p>
<p>-Las autoridades del pa&iacute;s -objet&oacute; Jacinto-, funcionan a&uacute;n perfectamente.</p>
<p>-Creo que se equivoca Vd. -repuso el soldado, cuya fisonom&iacute;a observaban con profundo inter&eacute;s la se&ntilde;ora y el Penitenciario-. Hace una hora ha sido destituido el alcalde de Orbajosa.</p>
<p>-&iquest;Por el Gobernador de la provincia?</p>
<p>-El gobernador de la provincia ha sido sustituido por un delegado del Gobierno que debi&oacute; llegar esta ma&ntilde;ana. Los ayuntamientos todos cesar&aacute;n hoy. As&iacute; lo ha mandado el Ministro, porque tem&iacute;a, no s&eacute; con qu&eacute; motivo, que no prestaban apoyo a la autoridad central.</p>
<p>-Bien, bien estamos -murmur&oacute; el can&oacute;nigo, frunciendo el ce&ntilde;o y echando adelante el labio inferior.</p>
<p>Do&ntilde;a Perfecta meditaba.</p>
<p>-Tambi&eacute;n han sido quitados algunos jueces de primera instancia, entre ellos el de Orbajosa.</p>
<p>-&iexcl;El juez! &iexcl;Periquito!... &iquest;Ya no es juez Periquito? -exclam&oacute; do&ntilde;a Perfecta con voz y gesto parecida a los de las personas que tienen la desgracia de ser picadas por una v&iacute;bora.</p>
<p>-Ya no es juez de Orbajosa el que lo era ayer -manifest&oacute; Pinz&oacute;n-. Ma&ntilde;ana llega el nuevo.</p>
<p>-&iexcl;Un desconocido!</p>
<p>-&iexcl;Un desconocido!</p>
<p>-Un tunante quiz&aacute;s... &iexcl;El otro era tan honrado!... -dijo la se&ntilde;ora con zozobra-. Jam&aacute;s le ped&iacute; cosa alguna, que al punto no me concediera. &iquest;Sabe usted qui&eacute;n ser&aacute; el alcalde nuevo?</p>
<p>-Dicen que viene un corregidor.</p>
<p>-Vamos, diga Vd. de una vez que viene el Diluvio, y acabaremos -manifest&oacute; el can&oacute;nigo levant&aacute;ndose.</p>
<p>-&iquest;De modo que estamos a merced del se&ntilde;or brigadier?</p>
<p>-Por algunos d&iacute;as, ni m&aacute;s ni menos. No se enfaden Vds. conmigo. A pesar de mi uniforme, me desagrada el militarismo; pero nos mandan pegar... y pegamos. No puede haber oficio m&aacute;s canalla que el nuestro.</p>
<p>-S&iacute; que lo es, s&iacute; que lo es -dijo la se&ntilde;ora disimulando mal su furor-. Ya que Vd. lo ha confesado... Con que ni alcalde, ni juez...</p>
<p>-Ni gobernador de la provincia.</p>
<p>-Vamos; que nos quiten tambi&eacute;n al se&ntilde;or Obispo y nos manden un monaguillo en su lugar.</p>
<p>-Es lo que falta... Si aqu&iacute; les dejan hacerlo -murmur&oacute; D. Inocencio, bajando los ojos-, no se parar&aacute;n en pelillos.</p>
<p>-Y todo es porque se teme el levantamiento de partidas en Orbajosa -exclam&oacute; la se&ntilde;ora cruzando las manos y agit&aacute;ndolas de arriba abajo desde la barba a las rodillas-. Francamente, Pinz&oacute;n, no s&eacute; c&oacute;mo no se levantan hasta las piedras. No le deseo mal ninguno a V.; pero lo justo ser&iacute;a que el agua que beben Vds. se les convirtiera en lodo... &iquest;Dijo usted que mi sobrino es &iacute;ntimo amigo del brigadier?</p>
<p>-Tan &iacute;ntimo que no se separan en todo el d&iacute;a; fueron compa&ntilde;eros de colegio. Batalla le quiere como un hermano, y le complace en todo. En su lugar de Vd., se&ntilde;ora, yo no estar&iacute;a tranquilo.</p>
<p>-&iexcl;Oh! &iexcl;Dios m&iacute;o! &iexcl;Temo un atropello!... -exclam&oacute; ella muy desasosegada.</p>
<p>-Se&ntilde;ora -afirm&oacute; el can&oacute;nigo con energ&iacute;a-. Antes que consentir un atropello en esta honrada casa, antes que consentir el menor vejamen hecho a esta nobil&iacute;sima familia, yo... mi sobrino... &iquest;qu&eacute; digo?, los vecinos todos de Orbajosa...</p>
<p>Don Inocencio no concluy&oacute;. Su c&oacute;lera era tan viva, que se le trababan las palabras en la boca. Dio algunos pasos marciales y despu&eacute;s se volvi&oacute; a sentar.</p>
<p>-Me parece que no son vanos esos temores -dijo Pinz&oacute;n-. En caso necesario, yo...</p>
<p>-Y yo... -repiti&oacute; Jacinto.</p>
<p>Do&ntilde;a Perfecta hab&iacute;a fijado los ojos en la puerta vidriera del comedor, tras la cual dejose ver una graciosa figura. Mir&aacute;ndola, parec&iacute;a que en el semblante de la se&ntilde;ora se ennegrec&iacute;an m&aacute;s las sombr&iacute;as nubes del temor.</p>
<p>-Rosario, pasa aqu&iacute;, Rosario -dijo saliendo a su encuentro-. Se me figura que tienes hoy mejor cara y est&aacute;s m&aacute;s alegre, s&iacute;... &iquest;No les parece a ustedes que Rosario tiene mejor cara? Si parece otra.</p>
<p>Todos convinieron en que ten&iacute;a retratada en su semblante la m&aacute;s viva felicidad.</p>

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